4:26 | Autor Iglesia Hogar
Padre Castagnet

Homilía

Homilía pronunciada por el P. Castagnet en la Misa celebrada el 13 de mayo de 1996 en conmemoración del 40º aniversario de la fundación del Colegio San Juan El Precursor.

LOADO SEA DIOS! Qué magnífico espectáculo se ofrece esta noche ante nuestros ojos: la Catedral de San Isidro, poblada por una multitud vibrante de ex-alumnos de San Juan El Precursor que ha venido a participar del Sacrificio del Cuerpo y Sangre de Cristo, en acción de gracias por los cuarenta años de la fundación de su Colegio. Quieras aceptar Señor, de nuestra parte, un encendido himno de gratitud , por el fausto acontecimiento que hoy celebramos.

Hacemos propicia esta ocasión, para renovar con profundo amor, la consagración a tu Sagrado Corazón y al Inmaculado Corazón de tu Madre Santísima, de este Colegio que fue creado para tu mayor Gloria, mediante la formación en sus claustros de los que habrían de ser en el futuro, tus intrépidos precursores en medio de la sociedad contemporánea.

En torno al altar, en unánime concelebración, encontramos un selecto número de jóvenes sacerdotes, entre los cuales un Obispo, de los que fueron entresacados de sus filas por Ti Jesús, para ejercer en tu nombre, el Sagrado Ministerio. A su lado, seis seminaristas de la misma procedencia, animados igualmente por idéntica santa vocación. Radiante esperanza de la Iglesia!

En esta señalada oportunidad, quien fuera, aunque indigno el Padre Espiritual de todos ustedes en los venturosos años de vuestra niñez, adolescencia y primera juventud, quiere, en seguimiento de los pasos de San Juan, que tenía una palabra de orientación de vida para cada uno que se le acercaba, quiere, repito, es decir quiero, dirigirles un mensaje que sea como la síntesis y memorial perdurable, de las enseñanzas que en aquel entonces les impartiera.


Jesucristo nos manifiesta en el Sermón de la Montaña, que todos estamos llamados a la santidad cuando dice: "Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es Perfecto".


Asimismo San Pedro en su primera carta agrega: "Así como el que os llamó es Santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta".

Santos, mis queridos ex-alumnos, con santidad personal, santos en vuestra vida familiar, santos en el campo laboral, santos en la práctica de las obras de bien, particularmente en las obras de caridad para los más necesitados, santos en la dedicación al estudio, para ser luego, ejemplares profesionales y por fin, santos en el ejercicio imprescindible e impostergable del apostolado. Todo esto significa, ni más ni menos, que la realización en plenitud del lema de nuestro Colegio: "ADIMPLE MINISTERIUM",
Es preciso destacar que en nuestros días, si no se recurre a los medios masivos de Comunicación Social, el apostolado que se emprenda queda reducido a su mínima expresión. Los medios de Comunicación Social, son en la actualidad, por su propio carácter, los verdaderos forjadores de la opinión pública y de las costumbres.

Atentos a esta verdad innegable, reciban, queridos ex-alumnos, la clara, firme y apremiante consigna de invadir, en nombre del Señor, esos modernos medios de comunicación social: la prensa: diarios, revistas, libros y demás publicaciones; la radio, la televisión y las distintas manifestaciones artísticas. Quiero aclarar que esta invasión no debe limitarse a propalar los textos de las Sagradas Escrituras y la Doctrina del Supremo Magisterio de la Iglesia, sino que comprende y abarca, todo lo que es sano moralmente, todo lo que es bueno, veraz, bello y honesto, y lo que de algún modo contribuye a la difusión de la paz y el entendimiento entre las gentes.

Animados de este espíritu, surjan enhorabuena de entre las filas de ustedes los libretistas, programadores, escritores, poetas, cultores del canto, y de la música, los artistas plásticos y los geniales intérpretes de interesantes obras teatrales y cinematográficas.

El presente mensaje, pues, mis queridos ex-alumnos, se concreta y sintetiza en estas dos expresiones: Santidad de vida e invasión en el nombre del Señor de los medios de comunicación social.


Deposito éstas mis palabras con toda ilusión, en lo más profundo del alma de ustedes a los que tanto quiero



a los que llamé con entrañable afecto mientras eran alumnos de nuestro Colegio y seguiré llamando siempre, mis jóvenes amigos y mis queridos muchachos, ustedes que constituyen el centro mismo de mi Ministerio Sacerdotal y su fruto más preciado.
La realización de estos propósitos, en consonancia con el lema del Colegio: Adimple Ministerium, redundará un día en la invitación de Jesús que nos dirá: Ven siervo bueno y fiel, has sido fiel en lo poco, Yo te constituiré sobre lo mucho. Entra a participar del gozo de tu Señor.

Que así sea.
Cumple tu Misión.

La santidad en primer lugar, apunta a nuestra relación personal con Dios a través de Cristo, Mediador entre el Padre que está en los Cielos y cada uno de nosotros. Esta relación personal con Dios, implica el trato cotidiano con el Señor mediante la oración, la práctica asidua de los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía y la participación, al menos dominical en el Sacrificio del Cuerpo y Sangre de Cristo que es la Misa.

A la hora de ascender por la empinada cuesta de la santidad, Dios nos favorece con una ayuda insigne, un regalo inapreciable: nos da a su Madre Santísima, como Madre nuestra y también en Ella, una excepcional Intercesora y Abogada, frente a las múltiples necesidades y riesgos que pudiéramos padecer. La devoción a la Virgen María, recordémoslo, es señal inequívoca de predestinación.

Observemos entre tanto, que la universal vocación a la santidad, puede lograrse plenamente, ya sea por el camino del sacerdocio, como por el camino del matrimonio y la familia. En el matrimonio se alcanza y se manifiesta en el amor y la dedicación exclusiva, a la mujer elegida de una vez para siempre y a los hijos, frutos de esa bendita unión.

La educación de los hijos, especialmente en la Fe, es la primera y fundamental colaboración de los esposos con la labor apostólica de la Iglesia. Por otra parte, el hombre también está llamado a colaborar con su trabajo en la obra creadora de Dios.
De esta consideración, emerge el compromiso de darle pleno sentido cristiano, a la profesión o actividad, cualquiera sea ella, a la que cada uno ha sido llamado.

El apóstol Santiago, en su epístola nos dice: "De qué sirve hermanos míos que uno diga: tengo Fe, si no tiene obras. La Fe sin obras está realmente muerta", y entre estas obras, las que se realizan en favor de los menesterosos, ocupan un lugar de privilegio. Con la vista puesta en el Juicio Final, Jesús nos adelanta las palabras que pronunciará sobre nosotros: "Todo lo que hicisteis con uno de mis más humildes servidores, conmigo lo hicisteis". Y por fin para coronar nuestra identificación con Cristo, debemos recordar que desde el Bautismo y la Confirmación, todos hemos sido convocados por el Señor para extender su Reino en la tierra por medio del apostolado.

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